21 noviembre 2009

Dia 4 en Germany: Bad Zwischenahn y Elisabethfehn


Mi pregunta cada día era la misma: hoy dónde vamos? sobre todo porque al no hablar alemán, estaba un poco fuera de los preliminares, y sólo me enteraba que nos íbamos cuando veía a todo el mundo poniéndose el abrigo para salir.
Pero ya iba aprendiendo a dejarme sorprender. Ya a esa altura ya estaba absolutamente encantada. Cada día pensaba que había visto el lugar más hermoso... y entonces aparecía algo mejor.
El día 4 fue espectacular, salimos después de desayunar hacia Bad Zwischenahn, un pueblo precioso donde visitamos un museo al aire libre.
Es un parque donde que recorrer conociendo la manera de vivir de los antiguos
campesinos alemanes.
Lamentablemente en otoño cierran las dependencias, pero si hubiera sido verano
hubiéramos podido entrar en las casas, los establos, y ver
todos los utensilios de época.
Caminando llegamos hasta el lago Bad Zwischenahn, que me trajo gratos recuerdos de mis paseos por el sur de Chile cuando niña. El frío y el viento eran casi insoportables, pero es un lugar de una belleza y una fuerza tremenda.
Pero todavía nos quedaba más por ver ese día, que fue largo y lo aprovechamos hasta el fin.
La siguiente parada fue en esta casita que está en medio del bosque, Gasthof Cafe, un restaurante de comida típica donde entramos en calor y comimos por supuesto "brad kartoffel", patatas fritas a la alemana.
El ambiente es agradable, sus dueños atienden muy bien, y el lugar es asombroso, lleno de antiguedades, cosas de cocina, teléfonos, teteras (más de 600 juegos), máquinas de escribir, y un largo etc.
Pero quedaba más para ese día: Elisabethfehn
Allí nos esperaba el Museo del Moor. Aprendí lo que era el torf (turba), y cómo los campesinos antiguos trabajaban la tierra en condiciones muy duras para obtener este material orgánico.

En el museo también puedes ver cosas usadas en esa época, como estos zuecos, usados para no hundirse en el suelo pantanoso. También habían zuecos para los caballos.
Saliendo a los jardines se pueden ver maquinarias, casitas que verdaderamente fueron habitadas, y muestra de la flora del Moor, la zona pantanosa que estábamos visitando.

Como al terminar de ver todo teníamos muchísimo frío, y era la hora del "tee und kuchen", entramos a la cafetería y pedimos unas teteras bien calientes de té.
Mi suegra eligió para mí el mejor kuchen. De verdad no hay como comerlo en Alemania, sin desmerecer el que prepara mi madre en Chile, pero es que allí la variedad es impresionante.

Así terminaba el 4º día. La vuelta a casa fue entre caminos llenos de árboles y campos verdes con molinos.

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